Uno contra uno
Una cálida tarde de Mayo en la calle suena una y otra vez el sonido de un balón de baloncesto. Dylan, 28 años, lanza y una vez contra una canasta cuando Úrsula, su vecina de de al lado de 22, se asoma a su valla.
— Hola vecino. — Le dijo ella.
Dylan se volvió hacia ella con el balón en las manos.
— Buenas tardes Úrsula. — Contestó él educadamente.— ¿Cómo estás?
— Bastante bien gracias. Veo que has puesto una canasta. Mola un montón.
— Gracias, hacía mucho que quería poner una.
— Pues me encanta. ¿Jugamos?
Él se quedó mirándola y se puso a reír.
— A parte de que te saco 10 centímetros, no creo que unos vaqueros y botas de tacón sean lo más apropiado para jugar Srta. Jordan.
— Jajaja, qué gracioso. Me parto del todo. ¿Te da miedo que te gane?
— No, no para nada. Lo que no quiero es que tu padre el ex-boxeador me pegue una paliza porque su hija se ha roto una pierna.
— Ya, eso tiene solución.
Sin dar tiempo a contestar Úrsula se volvió andando muy deprisa hacia su casa, Dylan se asomó por la verja y no pudo evitar seguir con la vista el suave contoneo de la parte trasera de Úrsula y susurrar un “En fin…” para después volverse hacia su canasta tirar y con ese característico sonido metálico del balón chocando contra el aro fallar.
A los pocos minutos apareció Úrsula otra vez por la valla.
— ¿Mejor ahora? — Dijo ella con una gran sonrisa de dientes blancos.
Dylan se quedó mirando durante unos segundos con los ojos bastante abiertos. Úrsula vestía un conjunto de baloncesto de los Lakers y botas de baloncesto, una rodillera negra de compresión. Úrsula carraspeó.
— ¿Te vas a quedar ahí como un bobo mirándome o me vas a abrir?
Dylan la dejó pasar. Ella le quito la pelota y empezó a botar torpemente con ambas manos.
— ¿Se juega así no? — Dijo ella con sorna.
— Claro, así lo hacen los niños de 3 años. — Contestó él sarcástico.
Úrsula dejó de botar con las dos manos, encaró la canasta y lanzó desde bastante lejos.
— Supongo que esto también lo hacen los niños de 3 años. — Le replicó ella.
— No te lo creas tanto, Srta. Jordan. — Él recogió el balón del suelo fue donde ella y tiró encestando limpiamente.
— ¿Entonces qué, un uno contra uno?
— Mmm, ¿por qué no? — contesta él mientras le pasa el balón.
Ella comenzó a botar delante de él pasándose el balón de una mano a otra, el puso su cuerpo en la clásica posición de defensa con los brazos abiertos e inclinado hacia delante. Ella sonrió, botó aún más rápido e intento pasar por el lado de él pero Dylan se interpuso, ella para evitar que le robara el balón se dio la vuelta y siguió botando. Él apoyo su mano en la espalda baja de ella hasta que de repente con una finta ella giró sobre sí misma y “entró” a canasta encestando la primera.
— 1 a 0 guapito. ¿A cuántas vamos? Y lo más importante, ¿qué nos jugamos?
— Al primero que llegue a 7. — Ella le pasó el balón y él sin darle tiempo salto y lanzó empatando el partido.— Y si ganas te invito a cenar donde quieras.
— ¿Y si ganas tú? — Preguntó ella recibiendo el balón y volviendo a empezar su ataque.
— No sé, ¿qué me ofreces?
Ella levantó la cabeza durante un momento para mirarlo, él aprovechó el momento para robarle el balón, avanzar hacia la zona de comienzo y encestar después. Úrsula bufó frustrada, recibió el balón y comenzó a driblar, él la defendió y acabó dándole un manotazo en la mano.
— Falta. — Le dijo ella jadeando por el esfuerzo físico y dejando ver en la holgada camiseta el movimiento de sus turgentes y no pequeños pechos en los que Dylan ya había reparado de soslayo varias veces.
— Si tú lo dices. — Le pasa el balón a ella. — Sigues sin decirme lo que gano yo.
— No te hace falta saberlo, no lo harás.
Úrsula volvió a atacar, le amagó con ir hacia la canasta pero en el último momento dio un paso hacía atrás dejando a Dylan descolocado y lanzó encestando.
— Empate. — Le dijo ella sonriéndole pícaramente.— Ya te he dicho que no puedes ganar.
El partido continuó punto a punto, jadeo a jadeo, las defensas se convirtieron en caricias y cada empujón en una sutil forma de sufrimiento hasta llegar al último punto.
— Punto de partido. — Dijo Úrsula.
Comenzó a botar de espaldas, él pegó su cuerpo y ella intentó deshacerse de él con un ligero empujón de su bonito trasero contra el cuerpo de él y al hacerlo notó un bulto, ya considerable, al chocar soltando un audible gemido. Volvió a intentarlo y volvió a pasar lo mismo hasta que él paso sus brazos por su espalda y apretó sus pechos volviéndola a hacerla jadear.
— Eso es antideportiva. — Protestó suavemente Úrsula.
Él le dio la vuelta, la levantó por sus nalgas y la besó. Ella correspondió a ese beso y acabó por quitarle la camiseta. Aún en sus brazos el la llevó hasta el cuarto y la lanzó a la cama, puso música, acabó de desnudarse y tumbándose a su lado comenzó a recorrer su oscuro cuerpo con los labios. Úrsula se retorció.
— Me haces cosquillas. — Le dijo ella.
Al final la chica como si fuera una pantera acabó por ponerse encima, se ensalivó la mano y lo montó como si fuera una amazona, él puso las manos sobre su cintura y rítmicamente comenzaron a moverse.
— Ahora ya no fintas tanto. — Le dijo él mientras empujaba fuertemente.
Ella lo obligó a parar y empezó a darle mordiscos por el cuello, él jadeaba fuertemente, la hizo cambiar de posición hasta ponerla de espaldas y comenzó a penetrarla. Ella gritaba y gritaba acompañada de los jadeos de él hasta que comenzó a gruñir y al poco se corrió para ella.
— Tiempo muerto. — Dijo él dejándose caer en la cama.
Al final ella se acurrucó a su lado y le dijo:
— Nada de tiempo muerto, he ganado y me debes una cena.
— Ah no, nada de eso. Doble o nada.
Y él volvió a empezar ese juego de uno contra uno en el que nadie pierde y casi siempre todos ganan.
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gmescritos@gmail.com